martes, 22 de octubre de 2013

Amor declarado al baloncesto

 A Matías 

  Pues no, no lo sabía. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Cómo iba ni tan siquiera imaginar lo que se me venía encima el día que caíste en mis manos? No había forma humana de conocer todo lo que acarreaba acariciarte, las consecuencias de quedar contigo sin cita previa o de amarte a espaldas de otras parejas que tanto me querían. Atracción instantánea que se fue fortaleciendo poco a poco, día tras día. Quizás la lluvia nos privó de algunas de las mejores noches y el sol molestó nuestros momentos más íntimos, pero nunca nos separamos. Y a medida que dábamos pasos al frente más grande me hacías, más me dabas y más enseñabas. Fui mejor persona de lo que yo jamás hubiese pensado. Dejé de sentirme como uno más entre toda esa gente que pasea sonámbula por calles y plazas para volverme alguien especial. Nunca me fallaste, ni en los buenos ni en los malos momentos. De hecho, tú me proporcionas los mejores y los peores ratos de mi jodida vida. Pero ¿qué le voy a hacer? Pues aguantarme, seguir contigo, obsesionado por cada una de tus curvas y enamorado de tu sombra.

  Sin duda alguna, no lo podía saber. A veces las cosas suceden y ni te planteas lo que vendrá después. Tal vez sea porque me importa una mierda. Me vale renunciar a la mitad de las cosas que tengo a cambio de la mitad de las que tú me das. Ahí quedan tantos recuerdos y otros tantos que vendrán. Y yo esperando con los brazos abiertos a que vuelvas a traerme más sonrisas, más lágrimas y más personas.


  ¿Cómo demonios iba a saberlo? No existe forma humana de anticiparse. Bendigo el día en que te cogí con las dos manos, te abracé y te juré amor eterno.  ¿Cómo no iba a hacerlo después de todo lo que me has regalado, baloncesto? ¿Cómo?

Foto de Bogdan Blanco.

lunes, 14 de octubre de 2013

Audrey

  A Audrey no le gusta lo que esta tarde le devuelve el espejo. También es normal, acaba de despertarse y sus ojos aún no se han abierto del todo. No tiene ganas de hacer nada que no sea volver a la cama pero realizar las tareas pendientes. Piensa en la noche que le espera con sus amigas, en la cena y lo que vendrá después. Eso la alivia un poco y la anima para emprender el día.
  A Audrey no le gusta lo que esta madrugada le devuelve el espejo. También es normal, acaba de llegar de una noche desfasada y aún siente los efectos del alcohol. No le gustaba verse maquillada. Tiene el pelo muy desordenado y el pintalabios corrido. Esta vez no piensa, se mueve por impulsos. Toma agua del grifo fría, se lava la cara y se quita el maquillaje. Decide salir a correr para desquitarse del fracaso amoroso y sexual de la noche.
  A Audrey no le gusta lo que esta mañana le devuelve el espejo. También es normal, acaba de llegar de hacer ejercicio. Cerca de una hora alternando correr con caminar que se suma a una noche que empezó muy pronto y se alargó hasta entonces. Se desnuda, tira la ropa al cesto y se mete en la ducha.
  A Audrey no le gusta lo que este mediodía le devuelve el espejo. También es normal, acaba de salir de la ducha, la piel está arrugada y el vapor inunda el baño. Tiene el labio inferior algo inflamado de tanto mordérselo.  Se quita la toalla y junta sus pechos. Se resigna con un soplido y se dice a si misma: “demasiado pequeñas”. Se gira y se viste con esmero para empezar a hacer las tareas de casa.
  A Audrey no le gusta lo que esa tarde le devuelve el espejo. También es normal, acaba de comer, tiene unas ojeras preocupantes y los aparatos llenos de restos de comida. Se queda mirándose un largo tiempo. Quizás sean unos pocos segundos pero se le hacen muy largos. No había nada en aquella persona que le gustase. Se analiza paso por paso, sus ojos, su sonrisa, sus orejas, sus hombros… Deja escapar otro soplido y se resigna.

  A Audrey no le gusta nada de lo que le devuelve el espejo. También normal, nunca había hecho nada para cambiar lo que veía. Jamás se había propuesto modificar su vida ni aquello que la rodeaba. Se volvió a mirar al espejo y se recogió el pelo. Inspira.  Odia la chica que se reflejaba cada día en ese espejo. Se mira una vez más, cierra el puño y golpea el cristal hasta romperlo. “Para empezar a cambiar mi mundo”, se dice convencida.

jueves, 3 de octubre de 2013

Carta abierta

  No sé muy bien como empezar esta carta. Tampoco tengo nada concreto para explicarte, es solamente que... No sé, hay un impulso que va dando vueltas alrededor del planeta y que me empuja a escribirte alguna cosa. Cualquier cosa. Igual se trata de que soy consciente de que nos estamos perdiendo en un mundo de sombras. No nos engañemos, nuestra relación se deteriora por momentos y a pasos agigantados. Hemos perdido esa esencia especial que nunca supimos que era, esa comodidad y aquella simple complicidad que no necesitaba de palabras. Pienso a menudo en como podrían haber ido las cosas si en lugar de enviarte esas cartas hubiese abordado a tu ser cual pirata a un barco mercante. O si nunca te hubiese dicho nada. O si no hubieses entrado nunca en aquella sala abarrotada de gente con un grito estridente que hizo que todos los presentes nos diéramos cuenta de tu presencia. A veces creo que todo es una artimaña del destino, que hay un motivo irrefrenable que lleva a dos personas a cruzar sus caminos, por muy lejanas que estuviesen estas en un principio. No es normal que alguien decida mantener una serie de mensajes con un auténtico desconocido que termina recogiendo un pañuelo de seda que se cae por pura casualidad. Una coincidencia que me llevó un día a cambiar mi típico café con leche por una botella de agua pequeña. Si quieres que te sea sincero, cuando te vi salir de clase con tantas cosas encima supe y entendí al momento que ese sería la primera vez que íbamos a tener contacto. Al día siguiente volvimos a hablar. Recuerdo que era primavera, con un frío que cortaba la piel a primera hora y calor estival cuando llegaba el final de las clases. Yo sabía que ibas a buscarme. Me gusta pensar que unas fuerzas universales e imparables hicieron que una persona se cruzara con otra (tú y yo) en la realidad correcta. Igual he leído demasiado Murakami durante los últimos meses, o quizás sean los apuntes guardados de filosofía que tengo esparcidos por la mesa o simplemente que empiezo a replantearme muchas cosas, entre ellas el lugar donde vivo. Quieras o no, llega un punto en la línea temporal en el que todo implica un punto de inflexión. Y soy consciente de que tengo uno de esos puntos cerca de mi vida, que se acerca sin que nada ni nadie pueda hacer de freno. No sé porque escribo todo esto, la verdad. Igual es que necesito dejarlo plasmado y sentirme vivo cuando alguien lea estas palabras. A mi me gustaría que todas estas frases desfilen por delante de tus ojos y te hagan sacar esa sonrisa que enamora. Quizás ese sea mi anhelo pero no montaré ningún drama si nada de lo que imagino termina sucediendo. Últimamente, contigo lejos me siento menos yo que de costumbre. Como en la historia del hombre y el pozo... ¿La conoces? Mira, es un hombre que decide bajar por una cuerda a un pozo acompañado únicamente de una botella grande de agua y cuatro caramelos de limón. El pozo está seco y en la más quieta oscuridad él se apoya contra la pared y empieza a palpar lo que es su rostro, su cuerpo... Y así se conoce a si mismo físicamente y gracias al tacto. Lo bueno de todo esto es que aquel loco descubrió cosas de él que no conocía o que no se imaginaba así. ¿Lo harías alguna vez si pudieses? No, seguramente no. Yo tampoco lo he hecho ni tengo pensado hacerlo pero igual no es mala idea. Me sabe mal la posición donde me hallo en el presente. Me refiero a mi lugar entorno a tu ser. No sé como demonios he llegado hasta aquí pero ahora te siento muy lejana a mi, inalcanzable. 
  Vaya. No me he fijado en la parrafada de tonterías que te estoy soltando. Tantas palabras para terminar diciendo nada. Seguramente, si llegas a leer algo de esto te preguntarás si va por ti u otra, o quizás no entiendas absolutamente nada. En todo caso, tampoco pretendo hacerme entender. Simplemente creo que nuestra relación ha bajado muchas marchas. Me invade la sensación de que hemos quemado todas nuestras naves muy rápido. Tan rápido que creo ahora tenemos las manos vacías de presente y llenas del pasado. En fin... No molesto más. Nunca me ha gustado malgastar tu tiempo ni tampoco ser demasiado insistente. Espero no haberte aburrido demasiado, y menos a ti que debes de estar ocupada con mil y una preocupaciones. Y yo aquí acompañado de mis tonterías y mi ego. Un beso enorme y regala sonrisas que hacen mucho bien. Un abrazo desde donde sea que estés que ya no sé si está lejos o cerca de ti.