domingo, 29 de septiembre de 2013

Sin nada que perder

  Veo las agujas del reloj avanzando sin piedad. Suena el tic tac sin remordimiento alguno a aquellos que no sabemos hacer nada más que perder cosas, incluso aquellas cosas que no nos pertenecen como el tiempo. Libros se amontonan, los antebrazos tatuados con palabras, las paredes de la habitación escrita de arriba a abajo con frases, ideas que planean y una inspiración que danza con la última de mis esperanzas encima de un folio en blanco. Intento crear algo más que frustración, despejar las nubes de soledad aprovechando la enésima oportunidad que me dan. Sacarle punta a la vida y correr tinta con relatos cortos e intensos, seguir escribiendo y muriendo poco a poco, esperando a que las pilas del reloj se terminen para poder perder la noción del tiempo; escribir todo mi dolor para ser capaz de disfrutarlo, resignarme a lo que soy y limitar mi existencia al si condicional. Amar con locura que es la única forma de poder amar, viajar a una dimensión paralela y una realidad escondida entre mil verdades para buscar mi yo y plasmarlo en el papel antes de cruzarme con ella por última vez deseando asomarme al abismo de su ser y precipitarme sin arnés por el hueco de su persona.

Cuadro El Tiempo de Clemente Gómez Acevedo.