domingo, 25 de marzo de 2012

Pequeña gran superpotencia

  He buscado alguna motivación para seguir escribiendo, para mejorar y dar un salto de calidad, como aquél que dice, e ir un poco más allá. Por algún motivo u otro, nunca he acabado de terminar satisfecho con lo que hago, pero hoy me he propuesto a cambiar esa dinámica. La verdad, siempre que he buscado a la inspiración, nunca he sabido en qué forma encontrarla, la cual cosa, te lleva a la confusión, y de la confusión al olvido, con lo que yo, me olvidé de buscarla directamente. Tantos esfuerzos valen la pena, así que tras buscar la inspiración donde no existe, sin quererlo ni beberlo, me la encontré entre semana, sentada entre la gente, con la mirada de quien sabe que soñar es de ilusos. Así me miró a los ojos, como siempre había hecho, con la medio sonrisa del que sabe que va a defraudar sin intentarlo, del que no va a poder fallar porque no le dieron la opción para hacerlo. Allí estaba, entrando en mi cabeza y enamorandome con cada grito que hacía. ¿Qué decirle a alguien cuando no te quedan palabras? La pregunta rondó mi cabeza, mientras conemplábamos el espectáculo al cual habíamos asistido. Cuesta creer que pueda existir tales puntos de frustración, que un cuerpo pueda albergar tantas ganas, tantas decepciones y tantas esperanzas a la vez, y, que a la vez, los muestre tan pocas veces al público. Uno no puede llegar a pensar lo que le sucede a la inspiración, cuando sin motivo alguno, la mantienen prisionera del sitio donde no quiere estar, cuando no dejan que demuestre todo su poder y aquello que puede llegar a hacer. Y aún así, sigue confiando, semana tras semana y mes tras mes, como el reo que espera la condicional, a que algún día, la liberen de las cadenas, ni que sean cinco minutos, y entonces demostrarse a si misma toda su valía.



A Ainoa, que creció 
sin darme yo cuenta.